un barco en la bruma
M
Parece que se mueve... Sí.
El buque portacontenedores. Lo sé porque ya puedo ver completamente la
letra pintada en su lateral. Babor.
Aparece por detrás del viejo muelle, restos de un astillero.
Qué despacito... Es enorme.
Un barco y un recuerdo. Siempre me pasa con barcos así. El
recuerdo de un haiku que no recuerdo.
En la bruma del estrecho… una isla navegando, el gran buque
¿Será así?
Tomita Shigeo. En Puente de Piedra. Hermoso libro… Allí, aquí, un tiempo, un nosotros…
S
Oakland difuminada en la niebla, intuida al otro lado de la
bahía.
Una letra más. A veces hay que fijarse muy bien para sentir
el movimiento de las cosas.
En el aire los gritos de las gaviotas. Parecen alborotadas
por algo. O por nada. Los pájaros y el mundo de los pájaros.
Un velero de nombre Ruby suelta amarras. La superficie del agua se
ondula un poco.
Gaviotas, aves marinas que no conozco posadas más allá de lo
que puedo distinguir con claridad. Quizá aquel es un cormorán… sí. Una línea oscura
casi a ras del agua. Desaparece. Aquello… blanco y negro ¿un alca? no sé...
cuántos pájaros que no conozco. Sus nombres, y los nuevos nombres de lo que sí
conozco.
Pues sí que era un colibrí, posado en lo más alto del mástil
de un velero. Su llamada.
C
El sol de enero invita a cerrar los ojos.
Un ruido ronco, no sé si es una máquina o un pájaro ¿de
dónde llega? ¿Del mar?
Antiguamente, allá por el siglo XIX, todo esto era una zona
portuaria, con astilleros, muelles… Aunque conserva un aire industrial hace tiempo
que los almacenes se transformaron en lofts de lujo, en galerías de arte, en
locales y cafés de moda.
Las gaviotas no lo saben. Yo hago como que tampoco.
Me gustan las grandes grúas detenidas en el tiempo. Como
gigantescos pájaros sorprendidos por algo. Cada una en una postura diferente.
Es necesaria mucha atención para darse cuenta del movimiento
de algunas cosas. También de su quietud.
Primero sentado, luego recogido sobre mis piernas cruzadas,
me voy repanchingando sobre los enormes travesaños pintados reconvertidos en
bancos plataforma.
Un último cable pende de la grúa más cercana. Es increíble
que no se mueva. Imagino el último momento en el que alguien lo enganchó allí ¿se daría cuenta de que sería para siempre?
No sé en qué momento al banco de atrás llegó una mujer con
una sillita de bebé.
Gira. Gira tan despacio… el gran buque, esa isla-recuerdo,
va desapareciendo M… S… C… hasta mostrar solo la popa.
A lo mejor es un recuerdo. Un recuerdo que no recuerdo, pero
siempre me han gustado los barcos. Y los restos de algo grande oxidándose a la
orilla del agua.
Después del cole, acompañando a un barco por la orilla de la
ría
No sé… es como si algo flotara, justo donde ya no alcanza la
vista, a ras de agua, y desapareciera de pronto.
¿Será así?
Los nombres de los barcos. Los nombres de las cosas que flotan
en alguna parte.
Antes de volver, el collie olfatea el agua. Pequeñas olas
llegando a la playa.
Frente a la oscuridad del viejo astillero se ven mejor las
aves marinas que pasan volando. Justo debajo, en el agua, una vez vi asomar la
cabecita de una foca. Dudé pero sí, sí que era. Bueno. Un león marino de California.
Nosotros siempre decimos foca. Es más familiar.
Qué adentro en la bahía se meten a veces. Qué a menudo digo
la palabra siempre.
Sabiendo que no es así, los recuerdos y los cables que
cuelgan de grúas abandonadas. Los barcos. Las focas.
Flotando, un palo parece que se acerca a la orilla. Sí. ¿Cuándo
se ha ido la silla del bebé?
Es familiar, supongo. El siempre. El barco enorme que se
adentra en la bruma, y desaparece.
Como si alguien me tocara el hombro de pronto me sobresalto
sin saber por qué. El sol brilla en una mañana tan azul… abuelos con nietos,
gente haciendo ejercicio en la playa, corriendo, echada en la hierba, sillitas
de bebé aquí y allá, perros muy bien cuidados. Las gaviotas en el aire.
En la bruma un barco que ya no está.
De vuelta a casa, en los nidos vacíos, el sol del mediodía.
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