monolito del cielo
Que los marcianos belicosos tienen preferencia por la costa este (Washington, New York…) lo sabe cualquier aficionado a las pelis de ciencia ficción. Obsesiva manía tienen con desintegrar la Casa Blanca, el Capitolio… las veces que habrán tronchado el obelisco de George Washington... Extraño deleite alienígena que me gustaría comprender… En fin.
Por aquí somos más de catástrofes naturales (en el cine me refiero claro), en plan Falla de San Andrés, Godzilla… Bueno, el bichín este no sé muy bien dónde clasificarlo.
En cualquier caso un día sales a tomar un café y te topas de pronto con que la inasequible inteligencia más allá del firmamento te obsequia con misteriosas presencias monolíticas.
Por un momento amago con lanzar al cielo mi café americano, 16 onzas con todos los extras que tu paladar estime oportunas y tus arterias puedan soportar.
Que veinte mil veces veinte años no es nada…
“Así hablaba Zaratustra” y una nave tan blanca como la luz gira en el vacío oscuro.
Nunca entendí muy bien la odisea aquella de Kubrick.
Nunca me importó.
Quizá sea eso. Quizá al final da igual entender o no. Da igual quién es el alien. Tarde o temprano siempre te toca.
Ajeno a todo lo que te rodea, como un monolito caído del cielo de un recuerdo. Una gaviota que gira en el viento que viene del mar justo antes de adentrarse en la noche.
Y brilla un segundo.
Qué tranquilidad. Qué deleite marciano que no entiendo.
Sin un solo graznido, la bandada de cuervos, uno por aquí, otros dos allá, cuatro, uno más después... vuelan al atardecer, hacia el noroeste, alejándose de la bahía. ¿A dónde irán? Quién sabe. Siempre me ha parecido tan hermoso…
El monolito… No sé qué extra llevaría el café… En fin.
Por aquí somos más de catástrofes naturales (en el cine me refiero claro), en plan Falla de San Andrés, Godzilla… Bueno, el bichín este no sé muy bien dónde clasificarlo.
En cualquier caso un día sales a tomar un café y te topas de pronto con que la inasequible inteligencia más allá del firmamento te obsequia con misteriosas presencias monolíticas.
Por un momento amago con lanzar al cielo mi café americano, 16 onzas con todos los extras que tu paladar estime oportunas y tus arterias puedan soportar.
Que veinte mil veces veinte años no es nada…
“Así hablaba Zaratustra” y una nave tan blanca como la luz gira en el vacío oscuro.
Nunca entendí muy bien la odisea aquella de Kubrick.
Nunca me importó.
Quizá sea eso. Quizá al final da igual entender o no. Da igual quién es el alien. Tarde o temprano siempre te toca.
Ajeno a todo lo que te rodea, como un monolito caído del cielo de un recuerdo. Una gaviota que gira en el viento que viene del mar justo antes de adentrarse en la noche.
Y brilla un segundo.
Qué tranquilidad. Qué deleite marciano que no entiendo.
Sin un solo graznido, la bandada de cuervos, uno por aquí, otros dos allá, cuatro, uno más después... vuelan al atardecer, hacia el noroeste, alejándose de la bahía. ¿A dónde irán? Quién sabe. Siempre me ha parecido tan hermoso…
El monolito… No sé qué extra llevaría el café… En fin.
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